Una ventana abierta a la Psicología del cambio interior desde la mirada de la terapia Gestalt

Archivo para junio, 2013

¿QUÉ ES LA EMPATÍA EN REALIDAD?

EMPATIATodos hemos oído hablar de empatía alguna vez, pero no solemos tener claro el concepto y tendemos a confundirlo con otras cosas. El significado más conocido es: “capacidad de ponerse en el lugar del otro”, de calzar los zapatos del otro, de ponerse en su pellejo, de mirar a través de sus ojos. Sin embargo, no terminamos de comprender en toda su plenitud lo que supone ser una persona empática.

Comunicarnos de forma empática significa escuchar a la otra persona hasta el final y después hacerle saber lo que crees que ha dicho. Si le hemos entendido, la otra persona tendrá la grata sensación de haber sido comprendido. Si no acabamos de entender lo que quiso decirnos, nuestra información le dará otra oportunidad para explicarse.

La empatía solo se hace posible si en ese momento la persona que está escuchando deja a un lado sus preocupaciones, puntos de vista y los propios valores para entrar en el mundo del otro sin ideas preconcebidas, quedandose en blanco y siendo capaz de vaciarse para llenarse del otro. Ser empático es tremendamente difícil porque implica renunciar a las ideas propias, al modo de pensar, de ver las cosas y de enfocar la vida, al deseo de  imponerse, a los prejuicios e inseguridades, etc, con objeto de comprender auténticamente al otro en todas sus dimensiones.

Gracias a la empatía el otro se siente libre porque no se percibe criticado, evaluado, ni juzgado. La otra persona aprecia que se le permite sentir lo que siente y esto hace que vaya expresando sus sentimientos cada vez con más libertad y sin miedos, lo que le va a generar cada vez una mayor sinceridad e implicación para ir descubriendo su mundo íntimo.

La simpatía es “sentir con”. Es sentir  lo mismo que el otro. Cuando siento simpatía hacia alguien me meto en su problema y lo hago mío, lo que resulta negativo ya que si el otro está triste o alegre, yo también tengo que estar triste o alegre. Confundimos simpatía con empatía porque decimos que somos “empáticos” cuando en realidad somos “simpáticos” con los demás, ya que hacemos nuestros los problemas de los demás sin establecer correctamente los límites entre ellos y nosotros.

En cambio, la antipatía significa “sentir contra” el otro. Puede ser que no nos guste una persona porque piense y actúe de forma contraria a la nuestra o porque nos ponga de los nervios. Por eso a veces podemos sentir un rechazo hacia otras personas sin saber conscientemente por qué. Si nos dejamos llevar por la antipatía nunca podremos meternos en el mundo de la otra persona, lo que nos va a incapacitar para comprenderla y ayudarla.  

Frente a las anteriores, la empatía supone “sentir en, sentir desde dentro”. Es como ser la otra persona pero sin perder nunca de vista el “como si…”, ya que en realidad no somos la otra persona. La empatía trata de ponernos en “el lugar del otro”, meternos dentro de su piel para intentar comprenderlo, pero siendo conscientes que el problema o los sentimientos no son nuestros sino del otro.

 Algunas formas de mostrarse empáticos pueden ser:

  • Prestar atención a lo que la otra persona dice.
  • Aceptar los sentimientos de la otra persona, los positivos y también los negativos.
  • Escuchar sin ofrecer consejo, sólo escuchar de manera activa.
  • Escuchar sin demostrar acuerdo o desacuerdo de forma inmediata.
  • Darse cuenta de lo que dice la otra persona y de cómo se siente.
  • Escuchar sin forzar demasiado los sentimientos.
  • Respetar la necesidad que el otro tiene de hablar de sus problemas.

Ser empático es muy parecido a ser  sensible. Sensibilidad significa responder afectiva y compasivamente a los sentimientos de los otros. No significa estar convencido de que ya sabes lo que van a decir, sino más bien interesarte y abrirte lo suficiente para descubrirlo. Es utilizar el conocimiento que tienes de otra gente para comprender su perspectiva y respetar su forma de ser.

La empatía se convierte en una de las cualidades indispensables para una comunicación positiva y su desarrollo está en relación directa con la capacidad de amar que tengamos. Cuantos mayores sean el amor y el respeto, mayores posibilidades existen de practicar la empatía y lograr una comunicación afectiva plena y gratificante.

En un momento social como el que vivimos, en el que las nuevas tecnologías de la comunicación pueden nublar la posibilidad del encuentro entre las personas y lo individual está por encima de lo grupal, practicar la empatía mejora la calidad de nuestras relaciones personales y puede hacernos sentir más plenos y satisfechos con nosotros mismo y en consecuencia con los demás.

SE NOS ROMPIÓ EL AMOR DE TANTO USARLO

RUPTURA Uno de los acontecimientos que deja una profunda huella en nuestras vidas es la ruptura sentimental o afectiva. Es imposible encontrar a una persona que en el transcurso de su vida no haya experimentado una pérdida afectiva, al menos una sola vez, ya sea a causa de un fallecimiento, una pelea con algún amigo, un divorcio o la ruptura de una relación sentimental. De hecho se dice que el nacimiento es la primera separación traumática, la del paso del espacio seguro del útero a un mundo lleno de incertidumbres y peligros.

Hablemos de las relaciones sentimentales que se rompen. Tras un período de enamoramiento, de amor y de entrega, donde aparecen grandes ilusiones, esperanzas y proyectos de futuro, la ruptura de la relación pesa tanto que nos  cuesta enormemente retomar las riendas de nuestra vida. Cuando esta situación aparece, a veces tras un largo y tortuoso deterioro de la relación, nos quedamos atrapados en un torbellino de sentimientos, preocupaciones e interrogantes que a menudo nos sumergen en una profunda crisis de la que debemos salir reforzados con las mejores herramientas para restablecer de nuevo el equilibrio y la serenidad en esta nueva etapa de nuestras vidas.

Cuando una relación de pareja se rompe, se destruyen también muchos aspectos del entorno general de cada uno de los miembros de la pareja. Desde el ámbito familiar, donde toda su estructura queda truncada, pasando por las relaciones sociales y de amistad que la pareja ha creado, hasta el área económica donde surgen grandes problemas y conflictos con la división y el reparto de los bienes que se tenían en común.

Nuestras vidas se transforman rápidamente con la pérdida del amor. Al comenzar de nuevo, nos vemos enfrentados de repente al resto de nuestras vidas, sin tener ninguna idea de lo que debemos hacer. Nos encontramos despojados de lo que es más conocido para nosotros y sabemos muy poco de lo que vendrá después. No tenemos prácticamente ninguna experiencia a la hora de enfrentarnos a este nuevo desafío. Nuestras mentes están llenas de preguntas, y nuestros corazones rotos de dolor.

De todas las pérdidas, la pérdida del amor es tal vez la más dolorosa. Cuando sufrimos una desilusión o tenemos algún problema, es el amor el que nos consuela y hace soportable nuestro dolor. En nuestra vida diaria, cuando experimentamos una pérdida, un desengaño o un rechazo, nuestras mentes nos protegen de una forma automática al recordamos que en casa nos quieren. Pero cuando se pierde el amor, cuesta muchísimo encontrar alivio, consuelo o protección. No nos damos cuenta de lo mucho que dependemos de este apoyo hasta que nos lo quitan.

Cuando esto ocurre nos sentimos como en un precipicio. En el momento en que perdemos nuestro objeto de amor, de pronto nos encontramos sin nuestras defensas y experimentamos el dolor de la pérdida en toda su crudeza. En este punto, no sólo lloramos por la pérdida del ser querido, sino también por nosotros mismos, preguntándonos: ¿por qué duele tanto?

En ningún momento nos llegamos a imaginar el terrible dolor y el gran vacío que se puede llegar a sentir tras la pérdida del amor. Volver a estar solo supone sin lugar a dudas una crisis. Como cualquier otra crisis, es un tiempo de incertidumbres y también de oportunidades. La oportunidad es la posibilidad de curar y fortalecer el corazón y la mente, para poder seguir adelante de manera fuerte, sana y más independiente.

La separación es una experiencia muy fuerte de ruptura, y por lo tanto es muy frecuente que en este periodo aparezcan profundos sentimientos de desesperación, decepción, venganza, ira, impotencia, tristeza, miedo, soledad, culpa, rechazo… Todo esto nos remueve por dentro, pues sin lugar a dudas donde realmente repercute y hace estragos la ruptura con la pareja es en el ámbito personal. En esta área aparecen multitud de pensamientos destructivos que influyen directamente en nuestra autoestima,  quedando ésta fuertemente mermada y dejándonos con sentimientos de infravaloración e incapacidad para establecer nuevas relaciones de pareja. El amor es una de las experiencias humanas más profundas, y cortar el vínculo amoroso es una de las tareas más dolorosas de la vida.

En el momento de encontrarnos solos todo parece nuevo y necesitaremos desarrollar una orientación completamente nueva para la vida que está por llegar. Se necesita un tiempo para guardar luto por nuestras esperanzas rotas y para darnos cuenta de que la esperanza hemos de reconstruirla con esfuerzo, ya que por sí sola no vendrá.

La separación afectiva, aunque dolorosa, puede ser un periodo de reconstrucción, de aprendizaje y de autoconocimiento. Podemos desarrollar partes nuevas de nosotros mismos que antes tal vez no conocíamos o por el contrario podemos bloquearnos y tener dificultades para seguir con nuestra vida. De nosotros depende iniciar un recorrido que termine con la superación de la separación afectiva y nos prepare para entablar nuevas y mejores relaciones.