Una ventana abierta a la Psicología del cambio interior desde la mirada de la terapia Gestalt

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PRISIONEROS DE NUESTRAS CREENCIAS

prisioneroLas creencias son conceptos que constituyen nuestra propia imagen, configuran el retrato de nuestras debilidades, virtudes, capacidades, valía y relación con el mundo.

Las creencias básicas definen los sentimientos que cada cual tiene sobre sí mismo. Marcan los límites de lo que puede lograrse. Definen lo que se espera de la vida en términos de realización, satisfacción y bienestar emocional. Nuestra propia identidad se configura por el conjunto de creencias que nos identifican. Al mismo tiempo nos identificamos con aquellos rasgos que hemos interiorizado y que determinan nuestra manera de vivir. Las personas se identifican con algo y con arreglo a eso viven.

“Soy digno de amor y respeto”, “hago bien las cosas”, “me siento amado y atendido”, “la gente es digna de confianza”, “controlo poco mi vida”, “tengo muchos defectos”, “el mundo es seguro”, “acepto no lograr lo que quiero”, “los demás saben ocuparse más de mí que yo mismo”, “suelo sentirme excluido de los grupos”, “me preocupa enfermar”, “casi siempre me perdono mis fallos”, “me fijo objetivos razonables”, “mis impulsos me controlan”,.. estas son algunas de las creencias, una larga lista que nos puede tanto impulsar como limitar en función del tono positivo o negativo que tengan.

No se debe luchar contra las creencias porque la lucha nos empuja a tener un mayor enganche y a autoafirmarnos en ellas. Hacemos más por mantener los conflictos que por resolverlos. Tenemos que tener cuidado con lo que descalificamos porque acabamos más agarrados a ello. Por tanto, para liberarnos de ellas tenemos que acogerlas y aceptarlas.

Las creencias básicas son de naturaleza dicotómica, agrupan inevitablemente las experiencias en positivas y en negativas, y tienden a ser generalizadas. Existen creencias que son infrautilizadas, que tienen poca relevancia en nuestras vidas pero que si en un momento determinado las asumimos nos pueden poner en marcha o paralizarnos, dependiendo del tipo de creencia que sea.

Estamos guiados por nuestras creencias y valores, estas creencias no suelen ser visibles ni conscientes. Son fuerzas muy poderosas que pueden generar o inhibir, ya que constituyen imágenes mentales. Tienen consecuencias de largo alcance, tanto positivas como negativas, que afectan a todos los aspectos de la vida. Las relaciones, el trabajo, la ocupación del tiempo libre y hasta la salud. Es evidente saber que pensar negativamente afecta a nuestro estado de ánimo. Por ejemplo, quien piense que el mundo es un lugar hostil y peligroso se encontrará en un estado de ansiedad continuo. Si al contrario considera el mundo un lugar seguro se comportará de una manera más tranquila.

Lo que pienso acerca de las cosas puede determinar aquello que elijo. En mis relaciones, si me marco normas muy rigurosas para mí y para los demás, quizá nunca encuentre a la persona adecuada. Quien dude de ser digno de ser querido es probable que nunca llegue a enamorarse. Mis creencias van a influir en mis actitudes.

Son difíciles de evaluar ya que suelen ser globales y generalizadas y no es posible demostrar su exactitud. El trabajo de transformación de las creencias es profundo y requiere en muchas ocasiones de ayuda, ya que pueden estar muy arraigadas. Ser consciente de la creencia, rebatirla, cuestionarme qué hacer para mantenerla, comprobar qué pasaría si hago lo contrario, fijarse una nueva creencia más sana, son algunos de los pasos para cambiarlas. Liberarse de ellas es como encontrar la llave de la cárcel donde estamos prisioneros, la llave que abre el camino a una vida más libre y satisfactoria.