Una ventana abierta a la Psicología del cambio interior desde la mirada de la terapia Gestalt

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EL GUION DE VIDA

A partir del momento en que una persona viene al mundo entra a formar parte de la “Compañía del Teatro la Vida”, en la que todo individuo está irremediablemente obligado a desempeñar un determinado papel. La representación da comienzo con la subida del telón, el nacimiento, telón que, como es lógico, es bajado al final de la obra, la muerte. Las distintas formas de programación de un individuo responden a las diferentes clases de guión que pueden  darse, de las que escogerá aquella o aquellas que más impacto le hayan causado.

El rol que cada persona desempeña en el escenario de la vida puede ser muy variado y se ajusta a un guión que es programado fundamentalmente a través de las relaciones entre padres e hijos durante la etapa de la infancia.

Eric Berne, psiquiatra canadiense creador de la corriente de psicoterapia conocida como Análisis Transaccional, describió el Guión de Vida como un programa en marcha que se desarrolla en la primera infancia bajo influencia parental y que dirige la conducta del individuo en los aspectos más importantes de su vida.

Dicho de forma más sencilla, el Guión de Vida es un plan generado en la infancia por las influencias de los padres o personas representativas. Aunque posteriormente puede ser olvidado o reprimido, lo más importante y trascendente es que, aun así, sus efectos continúan.

Este Guión no es una predicción de lo que va a suceder en el futuro. Se trata más bien de algo parecido a un ordenador que da respuestas fijas ante determinados estímulos pero que no dirige al individuo a buscar esos estímulos. Sin embargo, la persona puede programarse y reprogramarse a sí misma y también programar a otras personas.

Todos tenemos un autoconcepto y un Guión porque todos recibimos influencias familiares, escolares y sociales con sus correspondientes mensajes, a través de los que tomamos decisiones para constituir nuestro propio  marco de referencia: nuestra  identidad, forma de pensar, vestir, elección de profesión y de pareja, es decir, nuestro programa de vida.

Las decisiones tomadas en la infancia nos persiguen toda la vida, suponiendo en ocasiones una gran carga, pero por supuesto, siempre existen alternativas de cambio.

Todo guión es modificable, no es algo permanente e inevitable, no es asimilable al destino del que no podemos escapar. Cuando queramos romper con determinados aspectos que repetimos de nuestra herencia, podremos hacer un ejercicio de cambio de nuestro Guión de Vida por un Plan de Vida donde yo decida qué voy a encontrar.

Mientras que el Guión de Vida se recibe, el Plan de Vida se construye. Pero para que esto ocurra debemos tener claros dos importantes aspectos:

1. La persona debe tomar conciencia de que su vida no va bien y que está en sus manos modificar los aspectos desfavorables, que no es simplemente  una “víctima de las circunstancias”.

2. El cambio se produce asumiendo plena responsabilidad. (Esto es lo mas difícil).

Para modificar nuestro Guión de Vida hemos de fijarnos más en ponernos metas de vida positiva y menos en revolver el pasado de manera innecesaria. Las metas de vida positiva consisten en fijarnos objetivos verificables, medibles, con plazos para su cumplimiento y que nos produzcan satisfacción.

En definitiva, podemos librarnos de las influencias nocivas de un Guión de Vida que nos viene dado elaborando y ejecutando un Plan de vida de manera consciente. El plan de vida, frente al guión, tiene las siguientes características:

  1. Tiene en cuenta nuestras  necesidades y se ajusta a nuestros valores.
  2. Emplea los recursos de que disponemos  en el presente.
  3. Planifica racionalmente el futuro de acuerdo a metas actuales.
  4. Mantiene una actitud autónoma y responsable, actualizando periódicamente los objetivos.
  5. Es racional, realista y flexible.
  6.  Se dirige al futuro, pero partiendo del aquí y ahora.

Reescribir nuestra vida no es tarea fácil. Implica un gran conocimiento de uno mismo, aceptación y tiempo para poder ir trasformando conductas, creencias e impulsos muy arraigados. Sin embargo, cuando logramos romper con aquello que tanto nos hace sufrir, la satisfacción es muy grande. El esfuerzo necesario merece realmente la pena.