Una ventana abierta a la Psicología del cambio interior desde la mirada de la terapia Gestalt

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Psicología positiva

imageEpicteto hace 19 siglos enseñó a los romanos lo siguiente: “No hay más que un camino que conduce a la felicidad y consiste en dejar de preocuparse por las cosas que se encuentran más allá de nuestro control”

Existen múltiples “cosas” que ocupan nuestro pensamiento, que nos preocupan a lo largo y ancho del día. Las preocupaciones suelen estar centradas sobre el pasado (lo que hice, hicieron, o dejaron de hacer) o sobre el futuro (“Y si…..”) ambos escapan a nuestro control, el pasado porque ya no se puede cambiar y el futuro porque no sabemos cómo vendrá. Y esto nos distrae del presente que, al fin y al cabo, es lo único que tenemos. Este darle vueltas a la cabe  nos puede llegar a hacer profundamente infelices y desaprovechar lo que en cada momento, cada persona, cada día nos ofrecen. Y también desaprovechar todo aquello que nosotros podemos ofrecer, esa gran riqueza que todos tenemos.

Es sumamente importante enseñar a las personas a vivir de forma más funcional, más adaptada a la realidad, más positiva, sabiendo aprovechar y disfrutar de sí mismas y de lo que les rodea. Y lo que hacemos para que las personas lleguen a estos objetivos es ayudarles a desarrollar tantas cosas positivas, tantos aspectos de sí mismas que, muchas veces, tienen sin descubrir. Todos tenemos capacidad para cambiar y evolucionar, para desarrollarnos y ser más felices. Lo que ocurre es que nadie nos ha enseñado, ni siquiera en la escuela cómo vivir de forma positiva. Epicteto decía: “No son las cosas mismas las que nos inquietan sino las opiniones que tenemos de ellas”. Ortega y Gasset decía: «las cosas son según el cristal con que se miren». Y lo que ocurre es que muchos cristales de muchas personas están sucios, y, entonces pensamos que son las cosas, la gente, la que está mal, y resulta que son mis gafas las que están sucias…

Porque hay que ver lo mucho que nos podemos fastidiar la vida a nosotros mismos sólo con nuestros pensamientos, sin hacer nada más, hasta el punto que yo me atrevería a decir que “la calidad de nuestros pensamientos determina la calidad de nuestras vidas”. Os sonarán frases como estas: “Estoy rendida pero no puedo relajarme porque aún tengo que fregar los cacharros de la comida”. “Tengo la sensación de que he perdido mi vida. Todo ha sido un desastre”, “Este hijo mío me lleva por la calle de la amargura, tú te crees que dedicarse a tocar la guitarra eléctrica”. Estos pensamientos nos hacen daño ¿verdad?, no nos dejan vivir en positivo. Lo que nos gustaría es no estar tan cansadas, que la vida hubiera sido mejor, que mi hijo haga lo que yo considero como más positivo para su vida, pero ¿cuántas de estas cosas están en nuestras manos? (preguntarles sobre ello) . Quizá lo más importante es saber distinguir aquello que depende de mí y aquello que no. Ante lo que no depende de mí tengo dos opciones: darme una y otra vez contra el mismo muro, o bien cambiar mi perspectiva de las cosas.

Para alcanzar la solución a estas cuestiones, yo propongo dos vías:

  • La psicoterapia, tanto individual como grupal
  • Los talleres o cursos