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Enamorarse, amar y … hacerse pareja

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La pareja es la situación vital en la que cada uno agudiza sus características personales y se sitúa en la polaridad de forma más radical. En pareja aflora todo lo que está dormido. Sale lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Nuestras carencias, debilidades, sombras, dolores, temores, puntos débiles…los volcamos en la pareja.

Somos como un queso en el que los agujeros son la base de nuestra existencia, porque son algo que tuvimos en el pasado y que tenemos que recuperar de nuevo, las carencias de la infancia, en definitiva, todo aquello que exigimos a la pareja que  nos llene. La clave es saber cómo puedo buscar esa parte oscura y entrar en esos huecos para completarnos.

Encontrar el amor es estar preparado interiormente, sentirme completo por mí mismo. Es así cuando puedo buscar pareja, si busco en el otro lo que a mí me falta, encontraré una relación llena de carencias, miedos e inseguridades.

El amor es la fuerza que me hace disfrutar haciendo disfrutar al otro, supone más dejar entrar que invadir. Pero para llegar a este punto, toda relación o la mayoría de ellas comienzan con un periodo de gran intensidad emocional del que algunos responsabilizan a Cupido y que llamamos enamoramiento.

Llamamos enamorarse a ese estado de enajenación mental transitoria, porque no dura mucho y porque uno pierde la cabeza. Hay que saber diferenciar el enamoramiento del amor. El enamoramiento es ese momento en el que todas las emociones eclosionan. Todo es muy intenso y al mismo tiempo es más superficial, más basado en la pasión, en lo ideal, en la imagen que en lo real. Es una etapa en la que la relación de pareja se convierte en un espejo. Mi pareja es el reflejo de esa parte que yo no puedo ver de mí mismo. Y todo lo que me atrae del otro, de alguna forma es algo que también tengo. Sin embargo, en el amor aprendemos a querernos con nuestras diferencias, es un sentimiento menos intenso pero más duradero, y sobre todo,  basado en la realidad.

Enamorarse es un estado inevitable, una química que surge entre dos personas concretas en un momento determinado y lo que lo hace especial es que no nos ocurre con todo el mundo. Sin embargo, cuando pueda parecer de lo más romántico, el enamoramiento no nos muestra al otro. Cuando uno se enamora ve un reflejo de sí mismo y de lo que le gustaría ser proyectado en la persona de enfrente y este reflejo, es lo que le atrae.

Y aquello que más me seduce al principio, lo que más me enamora del otro, es seguramente lo que provoca que luego nos separemos. Esta es la gran paradoja del amor, porque esas cualidades que tanto admiro, suponen nuestras propias carencias. Uno hace una elección narcisista del objeto de deseo. Cuando conocemos a alguien potenciamos alguna cualidad del otro y la exageramos. Cualidad que potenciamos porque creemos que no la tenemos, y le colocamos al otro todo aquello que necesitamos, que nos fascina… cosas que seguramente años más tarde me molestarán, aunque no necesariamente es así.

El problema del enamoramiento es cuando se descubre al otro sin tanto adorno, es el momento en el que piensas que te has equivocado. Y es aquí donde acaba la etapa de enamoramiento. Entonces comienzas a mirar al que tienes delante de forma real y cuando lo conoces bien, y finalmente, decides si estar con todas las consecuencias o marcharte. Si decides quedarte, comenzará lo que conocemos como el amor.  Esta es la etapa en la que tengo que ser capaz de ver al otro sin querer cambiar nada de él. Y se empieza a crear el vínculo real, porque el amor real es algo que se construye día a día, es algo mágico, en lo que no hay reglas preestablecidas.

Para que el vínculo sea sano,  las crisis, los conflictos y las dificultades serán indicativos de que la relación está viva y es sana, y por tanto son necesarios. Obviamente, sin entrar en juegos patológicos, como el de los celos o las luchas de poder.

Los celos aparecen porque inconscientemente repetimos un vínculo anterior. Denotan el control que necesitamos ejercer sobre la pareja a la que pedimos incondicionalidad. Si tenemos claro el vínculo no nos importa la relación que tenga con el resto del mundo, el problema se ocasiona cuando no se confía en el otro y el vínculo formado es inseguro. Uno espera de su pareja recibir el amor universal, el de una madre a su hijo, que cuando no recibe, le ocasiona fricciones. Sin embargo, la pareja no nos puede proporcionar ese amor incondicional. La pareja está condicionada por la necesidad de dar y recibir. Una relación no se puede mantener, si no se recibe algo positivo del otro.

La necesidad de control y posesión también pueden destruir una relación. Una de las cosas sin las que una pareja no podrá sobrevivir, es si no hay libertad. Sin ella, el impulso es salir de allí. Dar espacio al otro, es más efectivo que acotarlo. De la primera manera, la persona permanecerá en la relación por su propia decisión, de la segunda manera, se sentirá obligado y agobiado, y eso podrá destruir la relación.

En resumen, si queremos construir una relación de pareja sana y duradera, os sugiero estos ingredientes indispensables: AMOR, RESPETO, CONFIANZA, PASIÓN, ADMIRACIÓN MUTUA, COMUNICACIÓN, INDEPENDENCIA Y LIBERTAD.