Una ventana abierta a la Psicología del cambio interior desde la mirada de la terapia Gestalt

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Las metas de la persona asertiva

metas En el último artículo os hablé de lo que significa ser uno mismo. Hoy ampliaré el concepto de asertividad y las metas que tendremos que alcanzar si queremos poner en práctica este estilo de comunicación. De esta manera iré desgranando este tipo de comportamiento y  las maneras de ir consiguiendo ponerlo en práctica en nuestra vida.

Como os contaba anteriormente, ser asertivo supone expresar mis pensamientos, sentimientos y la forma que tengo de ver el mundo a través de palabras o gestos, de forma tranquila, honesta y apropiada. Al mismo tiempo que quiero conocer los sentimientos, pensamientos y la forma de ver el mundo del otro. Esto implica dos tipos de respeto: el respeto a mí mismo expresando mis necesidades, gestos, ideas,  el derecho a que me respeten y el respeto hacia los demás reconociendo las necesidades, los gustos, las ideas y los derechos del otro.

Comportarse de  esta forma, supone poder decirle al otro: «Esto es lo que pienso. Esto es lo que siento. Así es como veo la situación. Pero estoy dispuesto a escuchar  e intentar comprender lo que  tú piensas,  sientes y como ves la situación».

 LAS 10 METAS DE LA PERSONA ASERTIVA

 1.       SER YO MISMO/A. Esta meta significa: Conocerme profundamente a mí mismo. Aceptarme sinceramente. Valorarme como persona. Y tener un nivel adecuado de autoestima.

2.      SER SINCERO: Vivir en contacto con mi yo profundo. No utilizar justificaciones no auténticas. No utilizar “trampas dialécticas” para salirme con la mía.

3.      ESPÍRITU DE SUPERACIÓN PERSONAL: No creerme que sé  lo suficiente de algo, que ya he logrado el nivel de madurez personal ideal o que ya he conseguido todo a lo que podía aspirar en la vida.

4.      MANIFESTARME CLARAMENTE. Expresar claramente mis: opiniones, gustos personales, necesidades, sentimientos,  aptitudes,  limitaciones…sin miedo a la crítica o rechazo de los demás.

5.      HABLAR CON PRECISIÓN. Esto es: evitar generalizaciones no justificadas. No ser ambigüedades. Utilizar la primera persona  (yo) cuando hable de mí mismo.

6.       PEDIR LO QUE  NECESITO. Formular peticiones claras y razonables. Aceptar al mismo tiempo el derecho de la otra persona a no ver razonables mis peticiones, o a que no quiera o no le parezca posible complacerlas.

 7.        OPONERME CUANDO PROCEDA. No aceptar críticas destructivas o injustas. Rechazar los injustificados “siempre” “todo”, “nada”… que descalifican. Expresar  mi propio  punto de vista sin dejarme  intimidar.

8.      ESPÍRITU CRÍTICO CONSTRUCTIVO. Hacer críticas oportunas, distinguiendo los hechos de las personas. Reconocer también los aspectos positivos de esas personas.

9.      ARMONIZAR GUSTOS E INTERESES. Buscar soluciones originales para armonizar los gustos e intereses propios con los gustos e intereses de los demás. Sin querer dominar y sin dejarse dominar.

10.   ACTUAR RESPONSABLEMENTE. Sentirme responsable de mi propia vida y felicidad: “Yo soy mío”. No justificar mis fallos por lo que otros digan o hagan. Reconocer mis propios errores.

Como veis, el objetivo de la aserción es la comunicación, conseguir respeto, pedir juego limpio y dejar abierto el camino para la negociación cuando se enfrenten las necesidades y derechos de dos personas. Ninguna persona sacrifica su integridad  y los dos conseguiremos que se satisfagan algunas de nuestras necesidades. Si no llegamos a un acuerdo, podremos respetar el derecho que tiene el otro a no estar de acuerdo y no intentaremos imponer nuestras exigencias sobre la otra persona. Finalmente, cada uno podremos sentirnos satisfechos de habernos expresado sinceramente, al mismo tiempo que reconocemos y aceptamos que nuestro objetivo puede no haberse logrado.

Timidez o introversión

timidez Ser tímido no es motivo de alarma. Todos en alguna medida o faceta de nuestra vida nos comportamos tímidamente. Pero como todo llevado al extremo puede ocasionar un problema para quien la padece.

 ¿Qué entendemos por timidez? LACROIX define al tímido diciendo lo siguiente: «Tiene miedo de las personas, e intenta evadirse de ellas ya que la timidez aparece como una falta de seguridad en sí mismo, en las relaciones con los demás, desconfiando de ellos y de sí mismo, y por lo tanto no se atreve a presentarse a los demás tal como es, por miedo a crear una opinión desfavorable de su persona».

 Generalmente estas personas temen la opinión de los demás, pero no porque teman a los de­más, sino porque temen lo que puedan pensar de ellos. Por eso, suelen evadirse de las personas que les rodean, y a causa de esta evasión encuentran dificultades en las relaciones sociales o carecen de ellas.

En la inmensa mayoría de los casos la timidez está compuesta por tres elementos, que pueden predominar en la persona tímida de forma desigual. Estos son:

1. Temor ante los contactos sociales.

2. Temor a la valoración negativa.

3. Los prejuicios.

 Debido a estos temores, la persona tímida antepone los puntos de vista y las necesidades de los demás a los propios.  Empieza a sentirse agobiada tratando de comprender y satisfacer los deseos de los demás, olvi­dándose de los propios por la insatisfacción de sus propias necesidades.

 Sin embargo, el tímido antes de desarrollar sus aptitudes sociales, debería mejorar la imagen que tiene de sí mismo y de las situaciones sociales en que se encuentra.

 Las ideas irracionales que conforman su autoconcepto se basan en las tres premisas siguientes:

  1. Todos deben quererme y aprobarme todo el tiempo, si alguien no lo hace, no podré soportarlo. No es un desastre si tú no le gustas a alguien; pensar de otro modo pue­de convertir en una catástrofe la experiencia de cada día.
  2. Debo ser socialmente perfecto para pensar que valgo, si fallo en mi com­portamiento y las cosas andan mal, sabré a quien culpar: a mí. Las personas así tienen criterios demasiado altos de sí mimas y la realidad es que nadie es perfecto.
  3. Si las situaciones no se desenvuelven como yo creo que deberían hacerlo, es culpa mía. Pensar así supone que la persona tímida cree que tiene el control to­tal, la decisión de cualquier situación. Nadie lo tiene. Pensar así es un error gravísimo. Se puede hacer todo lo posible por crear situaciones sociales posi­tivas. Culparse porque las cosas no resulten perfectas es negar el impacto de las otras personas, pues ellas también contribuyen al éxito o el fracaso del encuentro social.

Si eres tímido y quieres combatir este tipo de pensamientos tan destructivos, debes tratar de discutir y contrastar tus ideas irracionales, para así cambiar de actitud.  Ante esta forma de pensar, puedes emplear las siguientes cuestiones que te ayudaran a desmontar la irracionalidad de estos pensamientos tan perjudiciales para ti.

  1. ¿Qué probabilidad real hay de que pueda suceder, es posible o probable?
  1. En caso de que finalmente sucediera ¿Sería tan catastrófico?
  1. ¿Qué es lo real de la situación?
  1. ¿Qué es más importante creer?

Resumiendo,  lo que nos decimos a nosotros mismos afecta profundamente  a nuestro comportamiento y la manera en que percibimos las si­tuaciones sociales. Es importante que cada uno aprendamos a controlar a nuestro crítico interior y a defendernos de él.

LA CRISIS DEL ADOLESCENTE

adolescentes¿Qué ocurre hoy en día con la crisis en la adolescencia? Cada vez aparece más temprano y deja a los padres más desvalidos. Hay que recordar que la adolescencia no es una enfermedad, sino un pasaje que lleva al niño a ser un adulto. Una etapa de la vida que a pesar de las tormentas y la intemperie nos permitirá descubrir un mundo nuevo. Mientras dure el viaje el joven protestará, pondrá mala cara, estará deprimido, asustado…y de golpe ya no tendrá miedo de nada.

A menudo los padres se encuentran desarmados frente a ese hijo al que ya no saben cómo hablar. Si la adolescencia es precoz hoy es porque la educación y cuidados que reciben los hijos son diferentes.

Actualmente el bebé es una “persona”. Hay que dejarle la palabra, explicarle las cosas los adultos, responsabilizarlo muy pronto, pues creemos que debemos hacer todo lo que podamos para que alcancen la plenitud lo más pronto posible.

Esta precocidad está relacionada con la “infantilización” de los padres. Los niños se convierten en adultos muy temprano y los adultos siguen siendo niños por más tiempo. Los niños se encuentran colocados por los padres en un lugar de amigos y confidentes, por lo que deberán despegarse de ellos más brutalmente llegada la adolescencia. Asimismo los demasiado mimados o adulados por el padre o la madre, atravesarán un momento muy violento para por fin despegarse de ellos y dirigirse hacia los otros. Esta agresividad será inevitable y sin duda muy dolorosa para los padres que siempre hicieron todo para sentirse queridos por sus hijos. Cuanto más permisivos estos, más  intentarán  los hijos enfrentarse a ellos buscando los límites. Y tendrán mucha dificultad en identificarse con sus hijos para ponerse en su lugar.

La pubertad modifica la mirada que los padres tienen sobre sus pequeños. Este cambio trastorna a los padres y obliga a los hijos a dejar la infancia. Se trata inconscientemente de una muerte. Su propia muerte, la del niño que fueron, la de sus padres a los que veían cómo ídolos. Los padres en este momento deben tratar de sobrevivir y no dejarse “matar” por sus hijos, sostener su posición y decir lo que piensan.

Si los adultos no oponen resistencia los hijos los verán muy frágiles y volverán su agresividad hacia ellos. La separación de los padres será un momento muy difícil y solo será posible si los padres aceptan ser abandonados. Si los padres sufren por la pérdida, ese sentimiento de culpa se volverá contra su hijo y se convertirá en algo terrible, será invadido por el miedo ya que aún no conoce el lazo entre el amor y el odio, el lugar que ocupa en la sociedad, etc.

Los hijos no necesitan padres compinches, sino adultos que les muestren el camino. Para conservar su lugar también hará falta que ellos hayan superado su propia adolescencia. Los hijos se vuelven locos cuando los padres no logran asumir su posición de adultos. Y hoy los padres no quieren envejecer. El culto a la juventud, les impide ser de otra generación.

La vida actual y la educación hace madurar a los niños más rápido. Los nacimientos de hermanos de que se deben ocupar porque los padres trabajan, los divorcios, las familias ensambladas en las que hay que ocupar pronto un lugar, los llevan a evolucionar más aceleradamente. Razón de más para que los padres no deleguen nada de su responsabilidad en sus pequeños. Dejarlos hacerse cargo demasiado rápido equivale a abandonarlos.

La crisis de la adolescencia es quizá el momento de la vida de un niño que más se cuestiona a los padres de nuestra época. Cuando el joven era niño, estaba adaptado y hacía todo lo que sus padres le decían. Estas crisis constituyen la turbulencia emocional que supone la metamorfosis de la pubertad y que lleva al sujeto a una crisis de desidentificaciones  que cuestionarán todo su ser: quién soy, de donde vengo, adonde voy…

Todo niño pasa por una crisis cuando vive la transición a la adolescencia. Hay algunos aspectos que serán actitudinales y otros que se convertirán en estructuras. Tener malas notas en el colegio es una manera de caer en crisis y los padres generalmente presionarán y no permitirán que eso sea así, por ello uno de los trabajos a realizar con los padres es que ellos mismos busquen y analicen sus propias crisis.

Finalmente, como sugerencia, incito a los jóvenes a atravesar su propia crisis cuando es pertinente, es decir, durante el periodo de la adolescencia. Si no pasa la crisis en esta etapa, seguramente la pasará más tarde, cuando sea adulto y entonces será peor ya que tendrá más responsabilidades, cargas familiares, trabajo etc. Sentar las bases de una buena estructura personal es muy importante en las primeras épocas de nuestra vida, y de la manera en la que las vivamos condicionaremos nuestra manera de colocarnos ante el mundo.